miércoles, 17 de diciembre de 2008

LA VIDA DESPUÉS DE DOS INFARTOS CEREBRALES

Texto de Javier González Giocondarte@hotmail.com
Fotos por La Jarra Producciones Lajarra_producciones@yahoo.com.mx

  • "Nunca supimos lo que causó los dos infartos”
  • “La gente siempre piensa en ganar”
  • “Los demás caminan así sin pensarlo y yo aunque lo piense no puedo hacerlo bien”

Héctor Manuel
Sentado en la sala comenzó como un cosquilleo en la mano, pensó que se le dormía y la movió pero subió por el brazo y luego por todo el cuerpo. Intentó pararse y cayó. Su hermana no se dio cuenta de lo que pasó en el piso de abajo hasta que sus padres regresaron.

“Yo quería gritar pero no podía hablar, tenía todo el lado derecho paralizado, intenté pararme pero nada más logré arrastrarme unos centímetros y ahí me quedé tirado, no tenía de otra más que esperar”, cuenta Héctor Manuel Lujambio Valle

Recuerda que su perro le lamía la cara y lloraba. “Porque no podía hacer nada más el pobrecillo”, dice. Cuando llegaron sus papás “Al principio creyeron que estaba jugando… Después se dieron cuenta”, lo levantaron, revisaron y llevaron a la clínica 1 de Cuernavaca.

Ese fue el primero de dos infartos cerebrales que sufrió Héctor. El 25 de abril de 2001, cuando sólo tenía 12 años de edad.

HÉCTOR ANTES DE LOS INFARTOS

Nació el 2 marzo de 1989 en Tlalnepantla Estado de México hasta la tercera alarma. Su papá de 21 años y su mamá de 22 todavía estudiaban la carrera de Medicina cuando decidieron casarse y tres años después tener a su primer hijo. “Estuve en su graduación”, recuerda Héctor.

Vivió en Atizapan de Zaragoza en el Estado de México hasta los 3 años en la casa de sus abuelos paternos. Después, se cambiaron a Lomas estrella, con sus abuelitos maternos. A los 4 años nació su hermana con muchas dificultades, de 8 meses.

“Fue cuando le ofrecieron a mi papá un trabajo en Cuernavaca”, por lo que se fueron a vivir “por la entrada de Cuernavaca”, ahí conoció a su amigo José, entró al kínder y aprendió a leer; esto provocó en la primaria un problema al corregir a un maestro.

- Oiga maestro así no se escribe esa palabra.
- ¿Y tú cómo sabes?
- Porque mi mamá me dijo.
- ¿A sí?… ¿Y tú como te llamas?
- Héctor.
- Huy… que nombre tan raro.

El maestro se llama Otoniel, con él cursó 3 años de la primaria. A partir de segundo año se volvió rudo, “le pegué a un niño que me molestaba”. Al final de quinto se mudaron para Yautepec debido a que su papá comenzó a estudiar la especialidad.

Para entonces “Ya era un gandalla de lo peor, le pegaba a los niños y les quitaba sus cosas, era el niño malo de la escuela”. Ya en Yautepec empezó la adaptación en el nuevo grupo, su mamá ya trabajaba en Pullman de Morelos como doctora y su papá siempre trabajó en el Seguro Social.

Fue cuando ocurrieron los infartos. Para Héctor todo sucedió muy rápido, aunque en realidad pasaron muchas horas, él no sabía qué le pasaba. Cuando los doctores lo revisaban, él se sentía como un animalito bajo la lupa, aun no podía hablar.

EL SEGUNDO INFARTO

Estuvo en urgencias; después comenzó a recuperar el habla, pero con dificultades decía muchas veces la palabra “este”. “Yo sabía todo lo que quería decir, en mi cabeza pero no podía expresarlo, como que no estaban bien conectados los cables”.

Ese día lo trasladaron al Hospital Siglo XXI en el Distrito Federal. Recibió la visita de sus familiares. “Al tercer día, así como Jesús, salí como si nada hubiera sucedido, entero. Toda mi vida normal”, recuerda Héctor. No le dio importancia “porque ya estaba bien”

Después de las tomografías, los doctores aún no sabían qué le había pasado, “Sabían que tuve una parálisis pero no sabían por qué”. En las pruebas de coagulación y de golpes en la cabeza que realizaron no hubo nada que demostrara algún problema.

Seis meses después, en una fiesta “cuando quería acercarme a mis papás me ponía tenso pensaba que la gente me veía, empecé a caminar muy mal y a tensarme todo”, en ese momento sus padres se dieron cuenta de lo que pasaba y lo llevaron a urgencias.

“Ahí ya no la libré”. En Octubre de 2001 sufre un segundo infarto, esta vez con graves consecuencias. “quedé atrofiado del lado derecho, no podía realizar movimientos bien y pisaba con el filo del pie”.

Después de eso siguieron las terapias, aparatos ortopédicos, medicinas, visitas al neurólogo. “Mi mamá se peleó con el neurólogo porque quería que me hicieran una resonancia magnética”. Debido a que hasta ese momento los doctores no sabían qué había causado las dos parálisis.

El neurólogo del Hospital Siglo XXI opinaba que ya no había nada que hacer, él pensaba que la parálisis era causada por la migraña, debido a los antecedentes familiares de Héctor, pero gracias a una carta dirigida al director del hospital, se realizó la resonancia magnética.

La resonancia reveló que la causa de las parálisis se debía a que Héctor sufrió dos infartos cerebrales del tipo lacunar en el hemisferio izquierdo por lo que cambiaron de neurólogo. A la fecha Héctor no sabe qué provocó los infartos.

El problema vascular provocó que se murieran dos partes del cerebro que controlaban la movilidad del lado derecho de su cuerpo, cuando estas se atrofiaron, se rompió la conexión por lo que ya no pudo controlar la movilidad de su lado derecho.

El problema cerebral pasó a ser muscular debido a que los músculos se acostumbran a moverse de cierta manera, al no recibir las señales adecuadamente y moverse de manera diferente comenzó a tensarse el músculo y los tendones empezaron a jalar hacia el lado opuesto.

Para Héctor fue muy complicado, era un joven que se desempeñaba bien en la escuela, era bueno en los deportes, “Y de repente como que me quitaron una mitad de mí, se me hacia muy difícil, sentía muy feo porque la gente me volteaba a ver, era muy difícil”.

LAS CONSECUENCIAS

Una vez Héctor le preguntó a su madre:

-¿Por qué Dios me hace esto, qué le he hecho yo a Dios para que me hiciera esto?

Después de eso aumentó su interés por cosas espirituales, “las mitologías y religiones… después empecé a buscar cosas que me hicieron mucho mejor persona”.

“Fue en la secundaria cuando agarré la onda Dark, me gustaba pensar que me veían por vestirme de negro y por ser una persona estrafalaria y no por lo otro”, dice Héctor. “Antes era el fuerte y ahora era el invalido”.

En la secundaria tenía una novia llamada Anahí y un amigo llamado Erasto, con el que después comenzó a tener problemas.

“Una de las cosas que yo sentí horrible”. En tercer año lo operaron por primera vez, fue una transposición de tendones del pie para que mejorara al caminar por lo que iba con muletas a la escuela, “tuve problemas con él y una vez comenzamos a discutir y me sacó la carta fuerte”.

- ¿A sí? Pues por lo menos yo camino derecho - le dijo

“Eso me dolió horrible… afortunadamente ya íbamos a salir a receso y yo me quedé en el salón con Anahí y llore”, cuenta Héctor

“Me alimentaba de los recuerdos de lo que yo era… yo podía hacer esto, yo podía hacer aquello. Me daba nostalgia cuando veía la gente caminar”, y entonces Héctor se preguntaba “¿Cómo es que los demás caminan así sin pensarlo y yo aunque lo piense no puedo hacerlo bien?”

Jugaba básquetbol, volibol, futbol “y de repente un día me lo quitan y ya ni caminar podía, eso es lo traumático… Lo peor fue cuando al que jugaba peor de todos me ganaba… ya no podía ni siquiera botar bien un balón”.

Pero también estaba el dolor físico, “caminaba espantoso, como a las dos semanas me pusieron la férula, me lastimaba… el aparato ortopédico era muy doloroso”. Ahora ya camina mejor, en aquel entonces el músculo era muy fuerte y al jalarse lo lastimaba.

Tenían que ir al médico desde Cuernavaca hasta Aragón, “En las estaciones de la línea amarilla tenía que caminar mucho y no me gustaba ir al médico… tuve que afrontar las cosas”.

Ya en el Bachillerato, en segundo semestre lo operaron de nuevo. Esta vez le pusieron un tornillo de titanio e iba dejar de usar el aparato ortopédico. “El primero que usé fue hasta la pantorrilla, en la secundaria usé un aparato hasta la cadera y después uno más pequeño”.

Para Héctor fue difícil encontrar un equilibrio para sus sensaciones, “Hay gente que me trataba de diferentes formas”. Por un lado, había personas que lo trataban como si nada hubiera pasado, y otras siempre querían ayudarlo.

Algunas veces pensaba “Ténganme consideración, me pasó algo”, y otras veces decía “sí, pero no soy inútil”, por eso muchas veces trata de demostrarse a sí mismo, lo que puede hacer.

“Me sentía como cortado, como inválido”. Después de su novia de la secundaria pasó mucho tiempo para entablar otra relación por lo que pensaba, “La gente no quiere estar con una persona como yo… con un inválido”.

LO QUE GANAMOS


“Una vez fui al Tepozteco y quería demostrarme que podía subirlo como cualquier otra persona”, pero no pudo porque su hermana se cansó a la mitad y tuvo que acompañarla, “Me sentí mal pero mis tíos me dijeron que era un buen hermano”.

“Muchas veces uno solo ve lo que pierde y no lo que gana. A lo largo de mi vida he encontrado buenos amigos, Giselle, Marco, Arturo, Javier, Vianey, Mario”, dice Héctor mientas sonríe.

Sus planes a futuro son trabajar en la producción y escribir para una revista cultural sobre filosofía o culturas antiguas, le gustaría casarse, tener dos o tres hijos. “Me gusta la tranquilidad de Cuernavaca y del D.F la vida nocturna”.

A Héctor le gusta el cine, la literatura fantástica y las religiones, admira a personajes como Gandhi, Buda, Jesús, Krishna, Quetzalcóatl, por su rectitud y sabiduría “admito que tiene su fondo mitológico pero son históricos… también admiro a Deepak Chopra”.

- ¿Tus libros favoritos?
- Drácula, El padrino, el Silencio de los corderos.
- ¿Y películas?
- Star Wars, la trilogía clásica, el fantasma de la ópera

Con este último Héctor se identifica “le gusta la obscuridad, es intelectual, artístico, tiene su quemadura o su anormalidad del lado derecho… Dark Vader, no tiene los brazos, las piernas son mecánicas pero eso no le impide ser un personaje poderoso”.

“También al profesor Xavier de los X-Men, por estar en silla de ruedas, muy independiente de las habilidades fantasiosas, son personas fuertes seguras… Eso es algo que admiro”.

EL DESEO DE LA VIDA.

Después de años de terapias, usar férulas y la promesa de quedar bien, después de dos años la operación y nuevamente la promesa de estar bien, luego más terapias, más férulas, una nueva operación y nuevamente la promesa de estar bien. Y luego el botox.

- Me dijeron, una vez que te hallamos puesto el botox vas a volver a utilizar férula y vas a volver a venir a terapia.

Héctor finaliza diciendo: “Me cansé de que siempre me dijeron que ya voy a estar bien, sí, he mejorado bastante… pero ya no quiero vivir eso… Ya quiero hacer mi vida así, ya no quiero tener que pasar por más intervenciones, ni estar en hospitales. Así estoy bien conmigo mismo.”


Héctor Manuel

Héctor Manuel